Ágata poseía todo lo que una joven de su condición social pudiera desear: Una familia distinguida, riqueza y una belleza extraordinaria. Sin embargo, en su interior, atesoraba mucho más, su determinación inquebrantable para defender su fe, la condujo a un final trágico dando lugar a una leyenda que perdura hasta nuestros días. Esta es la historia de una mujer valiente, una heroína que se ha convertido en digna patrona de las mujeres.
Cuentan las crónicas que Santa Ágata de Catania, más conocida en España como Santa Águeda o Santa Gadea, era una hermosa muchacha de familia noble que vivió en la isla de Sicilia en tiempos del emperador romano Decio, allá por el siglo III. Tiempos de feroces persecuciones contra los cristianos decretadas por el emperador anteriormente citado.
Quintianus, el procónsul de Sicilia, no tardaría en poner sus ojos en la hermosa muchacha para hacerla objeto de sus deseos, aunque parece ser que a este sujeto le “salió el tiro por la culata”. La joven Águeda ya había decidido encaminar sus pasos en una dirección muy distinta, entregar su virginidad a Cristo y dedicar su vida a la pequeña e incipiente comunidad cristiana de la isla.
La frustración de Quintianus al enterarse de las intenciones de la muchacha, provocó el desenlace que todos conocemos. Haciendo valer el poder que le otorgaba su cargo de gobernador y el mandato del emperador, Quintianus, decidió castigar a la joven Águeda enviándola al lupanar más conocido de la ciudad, el de una mujer llamada Afrodisia, convencido de que, influida por el ambiente del local, acabaría cayendo inevitablemente en los placeres de la carne. Pero no fue así, Águeda, inflexible y firme en sus convicciones, logró conservar su virginidad milagrosamente, al menos eso es lo que cuentan las crónicas. Suponemos, a tenor de los acontecimientos, que la terquedad de Águeda enfurecería todavía más al tal Quintianus, de modo que ordenó que la trajeran a su presencia junto con su familia, para intentar él mismo convencerla mediante halagos, promesas y amenazas. Lejos de asustarse, la muchacha se reveló inamovible en sus opiniones, discutió con el gobernador la veracidad de sus distintos credos y lo acusó de idolatría por rendir culto a estatuas que representaban dioses paganos.
Esto no hizo sino herir todavía más el maltrecho orgullo del procónsul, de modo que ordenó que la encerrasen en prisión con la intención de doblegar la voluntad de la obstinada muchacha y pasados dos días mandó llevarla de nuevo ante su presencia. Una vez más Águeda se mostró firme en sus convicciones, por lo que el gobernador, preso de rabia, ordenó esta vez que la torturasen sin piedad y le cortasen los pechos.
De nada sirvió a la joven pertenecer a una familia noble, la suerte de Águeda estaba echada.
Cuentan que la Santa mártir, antes de pasar por semejante tortura, le dijo a Quintianus:
«Cruel tirano ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?«.
También cuenta la leyenda, que estando en prisión malherida se le apareció San Pedro para curarle las heridas y restituirle los pechos. Enterado de nuevo Quintianus, ordeno que se hiciera una gran hoguera y su cuerpo fuera arrastrado una y otra vez sobre las brasas ardientes hasta morir. Cuentan además que la joven mártir lanzó un gran grito de alegría al expirar, dando las gracias a Dios por terminar con tan cruel sufrimiento.
Hay quien dice que el volcán Etna entro en erupción en el momento de su muerte, otros que este suceso ocurrió justo un año después de la muerte de la Santa, también aseguran que los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad.[ Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán e invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres.
Sea como fuere, Santa Águeda, virgen y mártir, es una de las figuras más veneradas en Aragón. Cuentan las crónicas que los soldados aragoneses que participaron en las batallas que se libraron en Sicilia, se trajeron de aquellas tierras la imagen de la Santa. Nada de extrañar si recordamos que esta isla estuvo durante mucho tiempo bajo el dominio de la Corona de Aragón. Posiblemente ese sea el motivo por el cual, muchos pueblos como Escatrón, Anento, Lagata, La Fresneda, Torrecilla de Alcañiz… celebran sus fiestas patronales en honor a esta santa.
En Zaragoza, la tradición manda que las mujeres acudan a la parroquia de Nuestra Señora del Portillo para venerar su imagen. Por supuesto, la celebración de esta fiesta, también tiene su aspecto lúdico. Muchas mujeres aprovechan este día para salir a cenar con las amigas, -dejando al marido en casa, por supuesto- y, avanzada la noche, acudir a salas de fiesta donde se ofrecen espectáculos pensados especialmente para el público femenino.
Y en cuanto a la gastronomía… ¿Qué os vamos a contar? ¿Quién no ha probado
las tradicionales “teticas” de bizcocho, rellenas de nata y trufa?